"He venido por TODOS mis HIJOS con el deseo de
acercarlos a Nuestros Corazones"




El Señor expuesto las 24  horas del día en vivo y en directo

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LAS HORAS DE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Las veinticuatro horas de la Pasión

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Meditaciones Sobre la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo.
Para acompañar a Nuestro Señor Jesucristo, en cada Hora de su Pasión

Por Luisa Picarretta, hija de la Divina Voluntad. 
(En proceso de Beatificación)



HORA DE SAN JOSÉ
Para hacer los:
Domingos a la 21 horas
 Domingos 09:00 PM




Mensajes de Dios y la Virgen María (MDM)
http://kyrieokumbaya.blogspot.com.es/

Presentamos la Asociación por las Almas del Purgatorio. 
¡Inscribe a las tuyas! ¡Reza por todas!
Por RORATE CÆLI -23/11/2014


sábado, 4 de abril de 2015

¡¡El Señor ha resucitado. Aleluya.
A Él, la Gloria y el Poder por toda la Eternidad, 
Aleluya...Aleluya!!






(Haendel - El Mesias, Aleluya)

El anuncio de la Resurrección

Mc. 16. 1-8 Lc. 24. 1-10 Jn. 20. 1-2
28 1 Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fuerona visitar el sepulcro. 2 De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. 4 Al verlo, los guardias temblaron de espanto y quedaron como muertos. 5 El Ángel dijo a las mujeres: «No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. 6 No está aquí, porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, 7 y vayan en seguida a decir a sus discípulos: “Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán”. Esto es lo que tenía que decirles». 8 Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y corrieron a dar la noticia a los discípulos.


616-Glorificación de Jesús y María.
(Revelaciones de Jesus a María Valtorta)

La mañana de la Resurrección. Oración de María.

Las mujeres reanudan sus labores con los ungüentos, que durante la noche, con el fresco del patio, se han solidificado para formar una manteca densa. Juan y Pedro piensan que es conveniente ordenar el Cenáculo, limpiando las piezas de la vajilla y luego poniendo todo como si hubiera acabado de terminar la Cena. -Él lo dijo - dice Juan. -También había dicho: "¡No durmáis!". Había dicho: "No seas soberbio, Pedro. ¿No sabes que la hora de la prueba está a las puertas?". Y... y dijo: "Me negarás..." - Pedro llora de nuevo, mientras dice con desmesurado dolor: -¡Y lo he negado! -¡Basta, Pedro! A1 presente, eres de nuevo tú. ¡Basta de ese tormento! -Jamás, jamás bastará. Aunque me hiciera tan viejo como los primeros patriarcas, aunque viviera los setecientos o los novecientos años de Adán y de sus primeros descendientes, jamás dejaría de tener este tormento.

-¿No esperas en su misericordia? -Sí. Si no creyera en ello, sería como el Iscariote: un desesperado. Pero aunque Él de hecho me perdona desde el seno del Padre a donde ha vuelto, yo no me perdono. ¡Yo! ¡Yo! Yo que dije: “No lo conozco”, porque en ese momento era peligroso conocerlo, porque sentí vergüenza de ser discípulo suyo, porque tuve miedo a la tortura… Él iba a la muerte y yo... pensé en salvar mi vida...)sigue...

(...)Entra, atraída por los gritos, María Magdalena. -No grites ese modo. María te oye. ¡Está verdaderamente agotada! No tiene fuerzas para nada. Todo le hace daño. Tus gritos inútiles y descomedidos le traen de nuevo el tormento de lo que fuisteis... -¿Ves? ¿Ves, Juan? Una mujer puede imponerme silencio. Y tiene razón. Porque nosotros, los varones consagrados al Señor, hemos sabido sólo mentir o huir. Las mujeres se han comportado como es debido. Tú, poco más que una mujer por tu gran juventud y pureza, has sabido permanecer. Nosotros, nosotros, los fuertes, los varones, hemos huido. ¡Oh, cómo debe despreciarme el mundo! ¡Dímelo, dímelo, mujer! ¡Tienes razón! Pon tu pie en esta boca que ha mentido. En la suela de la sandalia hay quizás algo de su Sangre. Y sólo esa Sangre mezclada con el barro del camino, puede dar un poco de perdón, poco de paz a este hombre que abjuró. ¡Debo empezar a acostumbrarme al desprecio del mundo! ¿Qué soy yo? ¡Decidlo, venga: ¿qué soy?-Una gran soberbia - responde tranquila la Magdalena - ¿Dolor? También dolor. Pero, créeme, de diez partes de tu dolor, cinco -por no ofenderte diciendo seis- son del dolor de ser un hombre que puede ser despreciado. ¡Y verdaderamente yo te voy a despreciar, si sigues sólo gimiendo y entregándote a histerias, justo como hace una mujer necia! Lo hecho, hecho está. Y no son los gritos descomedidos los que lo reparan y lo borran. Lo único que hacen es llamar la atención y mendigar una compasión no merecida. Sé viril en tu arrepentimiento. No grites. Haz. Yo... tú sabes quién era yo... Pero, cuando comprendí que era más despreciable que el vómito, no me entregué a convulsiones. Hice. Públicamente. Sin indulgencias conmigo misma y sin pedir indulgencia. ¿Que el mundo me despreciaba? Tenía razón. Me lo había merecido.(...)

sigue...

(...)El mundo tuvo que convencerse de que María la pecadora ya no existía. Con los hechos he convencido al mundo. Haz tú lo mismo, y calla.

-Eres severa, María - objeta Juan. -Más conmigo que con los demás. Lo reconozco. No tengo la mano suave de la Madre. Ella es el Amor. Yo... ¡Oh, yo! He quebrantado mi carnalidad con el azote de mi voluntad. Y más que lo haré. ¿Tú crees que me he perdonado el haber sido la Lujuria? No. Pero sólo me lo digo a mí. Y me lo seguiré diciendo siempre. Consumida moriré en este secreto, doloroso recuerdo de haber sido la corruptora de mí misma, en este inconsolable dolor de haberme profanado y de no haberle podido dar a Él otra cosa sino un corazón pisoteado... ¿Ves?... he trabajado más que todas en los bálsamos... Y con más coraje que las otras le quitaré la mortaja... ¡Oh, Dios, cómo estará ya! (María de Magdala, sólo de pensarlo, se pone pálida). Y lo cubriré con nuevos bálsamos,(...) 

sigue...

(...)Quisiera... quisiera tener la mano de la Madre Virgen para llevar a cabo la última unción...María ahora llora quedo, sin convulsiones. ¡Qué distinta de la Magdalena teatral que siempre nos presentan! Es el mismo llanto silencioso que tuvo el día de su perdón en la casa del fariseo(...)

Del libro: Glorificación de Jesús y María.

(Revelaciones de Jesus a María Valtorta)

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